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Héctor Manuel Hernández Ramírez

Héctor Manuel Hernández Ramírez: trayectoria y legado en la ingeniería eléctrica colombiana

En un acto de reconocimiento institucional, la Rectora Myriam Astrid Angarita Gómez visitó al ingeniero Héctor Manuel Hernández Ramírez, autor del libro Electromagnetismo, para celebrar su aporte perdurable a la ingeniería eléctrica y a la docencia en Colombia.

Héctor Manuel Hernández Ramírez

En un gesto de profundo reconocimiento y gratitud, la Rectora Myriam Astrid Angarita Gómez realizó una visita al ingeniero Héctor Manuel Hernández Ramírez, autor del libro Electromagnetismo, cuya publicación representa una contribución destacada a la enseñanza de la ingeniería eléctrica en el país.

Acompañada por Cristina Salazar Perdomo, directora de la editorial Escuela Colombiana de Ingeniería, que dio vida a la obra, la Rectora compartió un encuentro con el autor y su familia, durante el cual se le entregó un ejemplar de la edición conmemorativa. La reunión constituyó un espacio de diálogo y valoración por su aporte perdurable al ámbito académico y profesional.

El ingeniero Hernández Ramírez, quien por primera vez tenía la obra en sus manos, aprovechó el cálido momento para recordar que cada palabra contenida en el escrito es y seguirá siendo la materia básica para la ingeniería eléctrica y electrónica.

Y es que esta obra, como la presenta la Editorial, es “el fruto del trabajo profesional y docente de su autor, quien además del ejercicio de las ingenierías civil y eléctrica, consagró varias décadas de su vida a la docencia. La experiencia personal como formador de ingenieros queda plasmada en estas páginas en las que, además, se acude a fuentes autorizadas, cuya producción la siguen consultando estudiantes de ingeniería eléctrica e ingeniería electrónica, en la medida en que sus postulados constituyen la base para la mayoría de los desarrollos en estas dos carreras. Con esta obra como guía, el estudiante adquirirá o reforzará sus conocimientos básicos de los campos electromagnéticos y continuará su recorrido por las leyes fundamentales de Coulomb, Biot-Savart, Ampère y Faraday, hasta llegar a las ecuaciones de Maxwell, con miras a estudiar la teoría y las aplicaciones de los campos eléctricos y magnéticos”.

Preparar su libro de 540 páginas en blanco y negro, como él mismo lo explica, le llevó tiempo, no solo por la dedicación a la docencia, sino también por su intensa actividad profesional en la industria y el sector energético del país, al cual entregó décadas de su vida; su familia, pilar y centro de su vida; y, por supuesto, la lectura y el ciclismo, que practicó durante 50 años consecutivos hasta que un accidente lo sacó de las vías.

Héctor Manuel Hernández Ramírez

Para este ingeniero civil de la Universidad Nacional de Colombia (1962) y máster en Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Kansas (1966), especializado en Planeamiento de Expansión de Generación y Transmisión de Sistemas Eléctricos, así como en Planeamiento Operativo de Sistemas Interconectados, lo que lo motivó después de tantos años de ejercicio profesional a dedicar tiempo y esfuerzo a terminar su libro no fue otra cosa que su deseo de dejarles a los ingenieros del país una obra de consulta con todo lo que a lo largo de su vida académica y profesional recogió de un tema que lo apasiona y que lo llevó a una computadora en 2008, al que le dedicó mucho tiempo en los años 2015 y 2016, pero que realmente pulió y terminó durante la pandemia: “un compendio de todas las bases físicas de este tema. Es una cosa compleja, pero esto apenas es una introducción y me gustó muchísimo”, comenta el profesor mientras sus pensamientos lo llevan a la época de universitario en Estados Unidos, donde dice que fue cuando se aficionó al tema del electromagnetismo, gracias también a que tuvo un gran profesor.

Héctor Manuel Hernández Ramírez

Consagración

Dialogar con el profesor Héctor Manuel Hernández Ramírez es un auténtico privilegio. Su memoria, intacta y esclarecedora, le permite reconstruir con detalle pasajes significativos de la historia de la ingeniería eléctrica del país, evocar con precisión nombres, fechas y circunstancias, relatar episodios de su trayectoria profesional y, si se quiere, recitar párrafos de esos libros sobre la Segunda Guerra Mundial que tanto lo apasionan y a los que busca con esmero en las librerías bogotanas.

Con el mismo esmero y entusiasmo con el que llegaba a la Librería Nacional por cada nuevo número de la revista Selecciones Reader's Digest, de cuya colección solo le faltan dos o tres ejemplares y que de vez en cuando hojea por esos escritos breves y chistes infaltables.

Con voz pausada pero firme, el profesor Hernández afirma que, mirando en retrospectiva, la docencia ha sido, en su vida personal y profesional, una de sus mayores satisfacciones: el gusto profundo por preparar con rigor y conciencia a las nuevas generaciones de ingenieros del país.

Para un profesional como él —quien tuvo a su cargo la dirección y coordinación de todos los estudios de planeamiento de expansión del sistema eléctrico colombiano de 1969 a 1992, y de los estudios de planeamiento operativo del mismo sistema de 1980 a 1992, que fue directivo de Interconexión Eléctrica (ISA) y, posteriormente, interventor de los estudios de la Interconexión Centroamericana para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) entre 1992 y 1993— la ingeniería constituye un pilar esencial. Basta recordar que, al regresar de sus estudios en Estados Unidos, comenzó a dictar clases en la Universidad Nacional y, tras su paso por ISA, dedicó tres décadas como profesor titular de Ingeniería Eléctrica en la Escuela Colombiana de Ingeniería.

Héctor Manuel Hernández Ramírez

El ingeniero Hernández evoca una anécdota de aquellos años: Roberto Ríos Martínez, quien era decano del programa en la década de 1990, le preguntó qué curso deseaba dictar, y él, sin dudarlo, respondió: “Roberto, usted sabe cuál es el curso que a mí más me gusta”.

Sin embargo, reconoce que su mayor aprendizaje, tras formar generaciones de ingenieros durante más de cuatro décadas, no estuvo tanto en el campo del electromagnetismo, sino en el de los sistemas de potencia, área en la que también se especializó. “Tener un puesto donde pudiera aplicar los sistemas de potencia a fondo —recuerda—, como cuando fui gerente de Planeación de Interconexión Eléctrica, primero en Bogotá y luego en Medellín, fue lo máximo”.

Y ahí recuerda y habla el ingeniero Hernández de grandes centrales hidroeléctricas como Chivor, Guatapé, San Carlos y Guavio, donde pudo desplegar todo su conocimiento y experticia en el planeamiento de sistemas de potencia y en las líneas de transmisión que, como arterias vitales, se extienden por el país y que él contribuyó a diseñar durante sus 25 años de trabajo en ISA.

Legado

Cuando se le pregunta al ingeniero Hernández cuál sería el consejo que daría a los jóvenes ingenieros que hoy inician su carrera, responde sin dudar, como lo haría en su clase introductoria: “Para adentrarse en la ingeniería realmente se necesita consagración”.

Y recuerda: “Consagración y amor por las matemáticas y la experimentación. El desarrollo de la ingeniería es muy amplio, porque el país está sustentado en la ingeniería. Sin ingeniería, nada funcionaría —especialmente la parte eléctrica—. Yo estuve involucrado en el desarrollo, por ejemplo, de Chivor, que fue la primera gran central construida en el país. Y estoy hablando de hace ya sesenta años”.

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El profesor Hernández recuerda haber seguido de cerca el desarrollo de las grandes centrales hidroeléctricas del país —como Chivor, en Boyacá—, una obra monumental que, después de más de seis décadas, sigue en operación. “Era una central gigantesca, con una presa y una casa de máquinas enormes”, comenta, evocando también el sistema eléctrico nacional, las líneas de transmisión y el centro de control de Medellín, del que formó parte.

Sobre la situación actual, señala con lucidez: el sistema funciona bien, pero el crecimiento del país exige nuevas fuentes de generación. “Eso no se puede parar —afirma—. Se necesitan nuevos proyectos hidroeléctricos, termoeléctricos, solares e hidráulicos”. Advierte, sin embargo, que en los últimos años el desarrollo ha disminuido y expresa su preocupación ante la posibilidad de un racionamiento eléctrico.

Recuerda con orgullo su participación en el Inventario de Recursos Hidroeléctricos, un estudio exhaustivo que recorrió todo el país y demostró un potencial de 90.000 megavatios, de los cuales solo 15.000 se han desarrollado. “Todavía hay mucho por hacer —dice—. Pero sin estudios no se avanza: hay que ir al terreno, investigar, medir, perforar, analizar. La ingeniería requiere estudio y constancia”.

Con serenidad y esperanza concluye: “Sí, hay buenos ingenieros. Los hay, y los habrá”.

Cuando se le pregunta al profesor Hernández qué ha guiado su trayectoria profesional, responde sin titubear: “El gusto por las matemáticas, realmente”.

Héctor Manuel Hernández Ramírez

Recuerda que, desde el bachillerato, ya tenía claro que estudiaría ingeniería. Comenzó en Ingeniería Civil y obtuvo su título en esa disciplina; sin embargo, durante sus estudios descubrió su verdadera vocación en el campo eléctrico. “Tuve un magnífico profesor de Ingeniería Eléctrica, el doctor Martín Lutz —explica—, y desde entonces me dediqué a la ingeniería eléctrica”.

Gracias a su desempeño académico, obtuvo una beca para cursar estudios de posgrado en la Universidad de Kansas, en Estados Unidos, donde realizó su magíster en Ingeniería Eléctrica. “Cuando regresé a Colombia con el magíster —recuerda— no fui el primero, pero sí de los primeros. En ese momento éramos muy pocos con esa formación. Luego vendría el desarrollo de las Facultades de Ingeniería Eléctrica en el país”.

Sobre el legado que espera dejar en sus estudiantes y en la comunidad académica, lo expresa con sencillez: “Que estudien y aprendan la teoría básica, porque esto no es una especialización: es el fundamento. Todos los desarrollos en eléctrica y electrónica se basan en esto, en el electromagnetismo”.

Y al hablar de la Escuela que lo acogió por más de tres décadas, su voz se llena de afecto:
“Ojalá siga creciendo y progresando como lo hizo en el pasado. Que mantenga el nivel que siempre ha tenido, porque el de la Escuela es bastante bueno: es de los mejores del país en ingeniería”.

Humanismo y ética

Héctor Manuel Hernández Ramírez

La rectora Angarita Gómez, además de agradecerle su aporte y legado a la Escuela, le recuerda que, sin duda, él es un referente de la ingeniería del país, de la ética, calidad humana y profesional, su intelecto sobresaliente y rectitud. “Siempre lo veía caminando por la Escuela con sus estudiantes, compartiendo sus valores y conocimientos y su cultura general, además de su gusto por la bicicleta. Recuerdo el primer día sin carro verlo llegar pedaleando”, dijo.

Sin duda, el ingeniero Hernández es un hombre con una vasta cultura y conocimientos, no solo de ingeniería. Su amor por la lectura, que no abandona casi todos los días en la tarde, lo llevó en una época, cuando estaba recién casado, a participar del icónico programa Cabeza y Cola de Producciones JES, presentado por Fernando González Pacheco, donde estuvo en 10 programas y a punto de ganarse el carro que ofrecían como premio.

Esa brillantez siempre estuvo presente en su vida. En alguna ocasión, mientras estudiaba en la Universidad de Kansas, por allá en 1964, escogieron a los más aventajados estudiantes para asistir a un importante evento al que asistieron personalidades como el expresidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman, y el profesor Hernández representó a Colombia.

Héctor Manuel Hernández Ramírez

Muestra de ello es una fotografía que reposa en su biblioteca, uno de sus lugares sagrados de lectura que ocupa dos estancias en su apartamento en Bogotá, testigo de esa curiosidad insaciable que lo ha acompañado desde joven y donde pasa sus días con su familia.

El ingeniero Hernández recibió la condecoración en el Grado de Cruz de Comendador de la Orden al Mérito Julio Garavito, otorgada por el Gobierno nacional, y fue nominado al premio Excelencia Nacional al Mérito Profesional por la Universidad Nacional de Colombia, ambos reconocimientos en 1996.