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La Escuela, pieza clave para potenciar el marañón del Vichada

En el marco de un proyecto conjunto que involucra a la Universidad de Los Andes, al Sena y a la Gobernación del Vichada, la Escuela Colombiana de Ingeniería está en miras de desarrollar una máquina que facilite la apertura de este versátil y rentable fruto.

Jurui significa “marañón” en sikuani. Esta es una lengua indígena hablada en el departamento del Vichada, ubicado al oriente de Colombia. Y es precisamente en esta región que la industria dedicada a producir dicho fruto está demostrando que tiene un futuro prometedor en el país (el cual goza de holgadas posibilidades para cultivarlo y posteriormente venderlo).

Como parte de un proyecto que lleva por nombre esta palabra indígena, la Escuela Colombiana de Ingeniería le está apostando a impulsar un sector económico que hasta el momento no ha tenido la facilidad de aprovechar al máximo todo de lo que es capaz el anacardo, como también se le conoce al marañón.

Así las cosas, el pasado jueves 23 de noviembre se llevó a cabo el ‘Taller de presentación de modelos tangibles’. En dicho espacio se expuso un prototipo para una máquina que facilita abrir la nuez de marañón como parte de un modelo de cocreación con la comunidad de marañoneros del Vichada.

En el evento -que tuvo lugar en las instalaciones de la Escuela- participaron estudiantes, empresarios productores, operarios y demás involucrados en el proyecto Jurui.

¿Qué se busca lograr con el proyecto?

Camilo Hernández Acevedo -profesor de ingeniería mecánica en la Escuela Colombiana de Ingeniería- explicó que el objetivo principal de Jurui es aprovechar los subproductos que genera la cadena agroindustrial del fruto en Vichada.

“El proyecto está financiado por el Sistema General de Regalías (a través del Ministerio de Ciencia y Tecnología) y tiene como ejecutor principal a la Universidad de Los Andes. Asimismo, la Escuela, el Sena y la Gobernación del Vichada fungen como coejecutores del mismo”, aclaró el profesor.

Retos a la hora de producir marañón

El limitado uso que se le da al fruto se debe, en especial, a las características propias de su carnosa nuez cuya almendra interna se asemeja a una media luna.

En primer lugar, su centro comestible está recubierto por una coraza que resulta difícil de abrir sin que se le dé un manejo especial.

A su vez, en el proceso de apertura, se libera un aceite que es irritante para la piel, lo cual afecta especialmente a aquellas personas que dedican su diario vivir a la labor manual de procesar el marañón. Este residuo es incluso capaz de dañar maquinaria. Por estos y más motivos es que la nuez se suele vender y exportar completa, con todo y coraza.

Por otra parte, un kilo de almendra puede alcanzar a valer cerca de 70 mil pesos. En aras de aprovechar su potencial en el mercado, en Vichada se han establecido plantas para transformar el fruto. No obstante, se suelen dejar de lado los residuos que se generan en el proceso -es decir, la cáscara y el aceite-.

Esta desestimación, en últimas, le quita grandes oportunidades a quienes producen marañón en la región, ya que se pueden crear gran cantidad de productos adicionales a partir de cada uno de los elementos presentes en el fruto. Por ejemplo, a partir del pseudofruto, se pueden fabricar mieles, jarabes e incluso carnes para consumo vegano. Y a partir del aceite, se pueden producir pinturas, barnices y tintas, entre otros usos.

¿En qué se podría apostar entonces? Mayor tecnificación en el proceso de producir anacardos, beneficiando laboral, física y económicamente a todos los actores involucrados -empresarios, productores e incluso académicos interesados en ahondar en las múltiples bondades del marañón-. Ahí es donde entra en juego el proyecto Jurui.

Marañón sostenible

El proyecto empezó en febrero del año pasado y busca ejecutarse a tres años. Asimismo, los cuatro pilares fundamentales de Jurui son:

  • Investigar qué productos novedosos se pueden hacer a partir del aceite de marañón.
  • Indagar qué se puede fabricar utilizando la coraza de la nuez del marañón.
  • Diseñar un modelo de innovación tecnológica en la cadena de producción de marañón.
  • Diseñar una máquina que permita la fácil apertura de la nuez de marañón, separando la almendra del resto de subproductos.

Esta última actividad le compete especialmente a la Escuela de Ingeniería, que busca brindarle un valor agregado al proceso de transformación del marañón que se lleva a cabo en Vichada, el cual es artesanal (ya que se suele obtener la almendra una por una a la vez por medio de un cascanueces o manualmente).

En adición, el profesor Camilo Hernández planteó que la meta para 2023 es que se termine con el diseño de la máquina.

Beneficios para la industria

Carlina Rojas Aquino -educadora y presidenta de la Asociación de Marañoneros del Vichada (ASOMARVI)- planteó que el proyecto Jurui responde a varios desafíos que tiene el sector económico.

“Por ejemplo, el tema de mejorar el procesamiento con una maquinaria muchísimo más acorde a los requerimientos, de mayor productividad, llegando en lo posible a tener una maquinaria ya automatizada o semiautomatizada”, aseveró Rojas.

Más aún, la presidenta de ASOMARVI resaltó que el proyecto Jurui realiza una labor importante para la región, ya que junta el trabajo de la academia con el de los productores.

“La academia piensa en soluciones ante una problemática, pero somos los productores los que realmente llegamos a afinar esas necesidades y vamos también aportando en cómo vemos alguna solución que se esté empezando a implementar. De tal forma que, en esa coconstrucción de las dos partes, se avance en poder tener unos resultados que respondan verdaderamente a las necesidades identificadas”, dijo Rojas.